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Me llamo Ariane y me encantan las flores y la naturaleza, el silencio, los colores y las emociones que provoca el mar. Amo Pantelleria, con sus colores densos y vivos, el azul profundo del cielo en el que es casi posible hundir las manos mientras se confunde con el mar, los verdes brillantes de la vegetación en todas las estaciones, los olores, los colores intensos de las flores que brotan de la negrura de las rocas volcánicas y la luz intensa del verano.
Es un paisaje que siempre ha formado parte de mi mundo, me veo reflejada en él y me reconozco: es mi refugio del alma.
Lo reconocí y elegí como lugar de excelencia para vivir hace mucho tiempo, cuando la Isla aún era poco conocida, viví allí durante mucho tiempo. Aquí nacieron y crecieron mis hijos, Costanza y Gherardo, que, como yo, no pierden la oportunidad de volver y llevan esta Isla en sus ojos y en su corazón dondequiera que vayan.
Así es como el amor por Pantelleria pasa de una generación a otra, desde que mis padres llegaron allí en los años setenta para unas vacaciones y se enamoraron de la Isla, de este acantilado y de su vista del amanecer, tanto que compraron este magnífico promontorio verde nuestro que se asoma al mar.
Ellos, mis raíces, Sallier de La Tour, mi padre, y Tasca d'Almerita, mi madre, que unieron dos grandes familias sicilianas de agricultores y viticultores, eligieron este lugar en una isla fuera de los mundos habituales como refugio y lugar de compartir con aquellos que, como ellos, se emocionaban ante este espectáculo de la naturaleza. Y así enriquecieron este lugar, donde ya existía el "dammuso antiguo", construyendo otros seis dammusi, cercanos pero separados entre sí, para respetar el silencio cuando solo se quiere escuchar el viento que lleva el aroma del mar hasta la casa.
Los Isleños siempre los han llamado "Las Casas del Príncipe" y yo también he elegido seguir llamándolas así, aquí mi familia siempre ha vivido felizmente en verano.
Ahora soy yo quien cuida nuestro promontorio y me dedico a las Casas del Príncipe con gratitud y profundo respeto hacia esta Isla. Reconozco el gran privilegio de poder vivir en este lugar que inspira pensamientos y reflexiones, único y extraordinario que hoy me pertenece y tengo un sueño: enamorar de esta Isla a aquellos que aman la magia de la naturaleza y saben hacerla resonar dentro de sí.
Los espero dedicándoles todo el calor de mi hospitalidad isleña, como solo es posible en las pequeñas islas.